jueves, abril 26, 2007

Doce meses doce causas

Porque quiero probar.
Porque podría ser divertido.
Porque me hace gracia y me río.
Porque me da la gana.
Porque no puedo ni quiero evitarlo.
Porque se ha convertido en costumbre.
Porque me he propuesto seguir.
Porque me convenzo a mí misma.
Porque no tengo un motivo para dejarlo.
Porque me estoy cansando.
Porque empieza a aburrirme.
Porque no me apetece.

Este blog ha cumplido un añito y creo que como experiencia ha sido genial, pero si se tratase de una relación de pareja estaría en ese momento crítico en el que tendría que dejarlo.
No sería una ruptura dolorosa ni frustrante, sería un "démonos un tiempo y ya veremos". Porque si algo tengo claro es que las cosas no se pueden forzar y en este tema ya me estoy forzando mucho.

Quizá vuelva con energías renovadas algún día a este blog o quizás me quede con otro por el camino y no vuelva nunca, pero como los motivos por los que lo dejo no son suficientes como para desenchufarlo del todo opto por dejarlo en "stand by" una temporada y esperar a ver qué pasa.

Buscarnovio es lo que tiene, cansa y aburre casi más que encontrarlo. ;-)

Ha sido un placer leer vuestros comentarios.

Gracias.

domingo, abril 22, 2007

Se apaga

Acabo de escuchar por primera vez (aunque oír, ya la había oído antes) una canción que me gusta. Se titula Extrema Pobreza y habla de un amor que se apaga.

Lo cierto es que yo siempre he intentado buscar ese punto de inflexión de las relaciones a partir del cual el amor (o lo que sea) empieza a apagarse. Ha habido casos en los que he podido reconocer ese instante en el mismo momento en el que tenía lugar, pero son la minoría. La mayor parte de las veces lo que me suele ocurrir es que algo me hace recordar lo que sentía un tiempo atrás, y es entonces cuando me doy cuenta de que ya no siento lo mismo.

Esta canción habla de la pobreza que resulta de ir perdiendo un sentimiento, de dejar que se apague la llama que lo mantiene vivo y ese sabor amargo que te queda por dentro cuando descubres que no has hecho nada para salvarlo porque en el fondo no merecía la pena intentar evitar que acabara.

Aquí no voy a hablar del amor de verdad, pero sí de esa sensación que yo conozco muy bien de lo que yo llamo el "globo desinflándose". Cuando notas que la burbuja de ilusión que te has creado empieza a hacerse pequeñita y no puedes hacer nada por evitarlo. Cuando te das cuenta, de nuevo, que te has vuelto a emocionar de forma tan pasajera que todo se transforma en algo bastante frívolo y de lo que apenas sacas nada de provecho. Cuando sabes que tras el fin sigues tan pobre como al principio.

Independientemente de cómo y por qué terminen mis breves historias, ya sea culpa mía o del otro, lo cierto es que una vez terminadas la sensación que me invade es siempre la misma, la de salir de allí con las manos vacías.
El otro día una amiga me preguntó qué había sido de un tipo del que le había hablado mucho hace un tiempo. Y mi respuesta fue la de siempre:

- Se desinfló el globo.
- ¿Qué pasó?
- Qué más da, no tenía esa capacidad que yo quiero.
- ¿La capacidad de hacerte feliz?
- Yo soy bastante feliz, no es eso, hablo de la capacidad para hacerme daño.
- ¡Tú estás loca! ¿Quieres que te hagan daño?
- ¡No!, yo sólo quiero saber que tiene esa capacidad.


Muchas veces me ha ocurrido que la relación no se apaga cuando termina, sino cuando me doy cuenta de que, una vez terminada, me he quedado igual que estaba, en la pobreza extrema, con la esperanza muerta, la torpeza y la vergüenza de que, otra vez, no ha sido lo esperado.

Extrema Pobreza
Tristemente puesta en pie,

acaricias con los dedos
la esperanza muerta,
la torpeza y la vergüenza
de este año que no fue,
ese año que esperábamos tener.

Y lamentas con miradas
lo que no se puede ni explicar
lo que no has guardado
porque al no ser lo esperado
no quisiste ni archivar,
ni un solo momento,
ni un segundo odiado
de este amor impuro y agotado,
enfermo y delicado,
pequeño y despistado
que se apaga

Este amor se apaga
como se apagan los impulsos de tu amor,
como terminan los mensajes que no mandas
este amor... se apaga

Repetimos los errores
que si antes eran grandes
ahora son enormes,
lamentamos no tenernos uno al otro
y darnos flores
que nos alivien en un instante
cambien todo y nos perdonen.

Nuestra falta de cabeza
es peor que la pobreza
porque no nos ha dejado tener nada.

Este amor se apaga
como se apagan los latidos de tu amor
como terminan mis canciones que no acaban
este amor... se apaga
Se apaga..
Iván Ferreiro


miércoles, abril 18, 2007

Radicalizando

Lo he decidido, acabo de llamar a un programa de la tele y en breve seré una de las afortunadas mujeres cuya vida se transformará gracias a la magia del mejor programa que hemos tenido en antena, Cambio Radical.

Ya me lo estoy imaginando...

Para poder darme la noticia de que soy la siguiente afortunada en pasar por el quirófano de la felicidad primero me vestirán con un chándal último grito en los centros comerciales de Alcorcón, luego me despeinarán lo suficiente como para que mi pelo se asemeje a un estropajo, me obligarán a poner cara de pena constantemente y cuando mi aspecto sea el de la desgracia personificada será cuando me den (ante mis familiares y amigos) la esperada noticia.
Yo lloraré y mi familia también.
Yo porque me estará viendo media España con pinta de acabarme de despertar de una pesadilla y mi familia por la vergüenza ajena de tener que verme (y verse) en la tele de esa guisa.

Desde ese momento tendré que convivir todo el día con cámaras, la ilusión de mi vida y sin duda lo más práctico para acabar con mis complejos.

Luego me llevarán a ese maravilloso centro de enclaustramiento y comenzará mi verdadera aventura hacia la realización personal y la vida plena.

Allí me pondrán un conjunto de braga y sujetador color carne (¡con lo que me gustan!) y me obligarán a relajar todos los músculos de mi cuerpo mientras una cámara me rodea y va filmando, sin dejarse un solo detalle, todos los defectos de mi cuerpo.
Luego me obligarán a poner cara de desgraciada y me harán el primer plano televisivo más cruel de la historia.

Con esta carta de presentación ya estaré preparada para ir a ver a mi nuevo mejor amigo, el cirujano.
Hombre encantador donde los haya que cuando yo le diga que quiero que me ponga la nariz de la Jolie, aprovechará para hacerme ver que, además, necesito urgentemente un retoque en los pómulos, unos labios nuevos, una mirada más felina, botox a discreción y una nueva dentadura. Además se encargará de sacar de mi cuerpo todos esos depósitos de grasa o pequeñas lorzas a las que tanto cariño les tengo y, por supuesto, me convencerá de que mis pechos necesitan como mínimo un par de sacos de silicona para hacer juego con todo lo demás.

Después de que este buen hombre explique a mi audiencia lo maravillosa que quedaré cuando de mí no quede ni la muestra, la encantadora presentadora del evento aprovechará para explicarle al mundo entero que gracias a su programa están a punto de deshacerse de mí, para engendrar una nueva persona con un visado garantizado hacia la felicidad más absoluta.

En vivo y en directo a mi hermano pequeño le echarán la culpa de mi desgracia y mis complejos por haberse metido conmigo cuando éramos preescolares. A mis padres les recriminarán no haberme concebido con mejores cualidades genéticas y porque no tengo novio, que sino le preguntarían si no tiene miedo a que lo mande a freír churros cuando descubra que tras el cambio radical puedo conquistar a tíos más guapos que él.

Pero todo eso a mí me dará igual y toda España podrá comprobar lo feliz que me siento con una escayola en la nariz, los ojos amoratados y el cuerpo vendado después de que me hayan sometido a veinte operaciones quirúrgicas (que en circunstancias normales requerirían 2 años) en una sola visita al quirófano.

Como colofón y fin de fiesta me llevarán a una estilista divina que hará con mi pelo lo que le venga en gana después de recalcarme y dejarme muy clarito que el peinado y color de pelo que yo he llevado toda mi vida son una mierda y me sientan como el culo.

¿Y todo esto para qué? Para presentarme después en un plató donde me esperarán mis familiares y amigos llorando de felicidad porque, por primera vez en todo el programa, me permiten sacarme el chándal para colocarme un vestido de fiesta que hace juego con mis nuevos dientes.

Eso sí, que no os sorprenda que luego me vea obligada a recorrer los platós de los programas más sangrantes para recaudar el dinero que necesitaré para poder mantener a mi nuevo yo.
Porque mi nuevo yo necesitará una renovación absoluta del fondo de armario, de lo que no es el fondo y de los cajones. Un abono ilimitado en el gimnasio para mantener a raya las lorzas que se quedaron en el quirófano. Sesiones mensuales de botox para no perder la sonrisa constante. Y lo más importante, terapia de grupo vitalicia para mis familiares y amigos.


Ay! Qué emocionada estoy... no veo llegar ese momento final en el que se podrá leer impreso bajo mi imagen el letrerito que dice:

"Reich ha cumplido su sueño.
Cambio Radial la ha convertido en otra persona"

Está claro que en el mundo tiene que haber de todo...

aunque yo no acabo de entender por qué.

lunes, abril 16, 2007

No practicantes

Una de mis amigas tiene la teoría de que hay ciertas personas que no saben lo que es la amistad porque son "no practicantes".
Es gente que nunca ha tenido amigos de verdad y por ello no saben cómo funcionan este tipo de relaciones. Gente que cuando ha encontrado pareja se ha desprendido del lastre que suponían sus amigos y nunca se ha molestado en conservar a ninguno. Gente que usa a los amigos a modo de trampolín temporal para encontrar otra cosa o gente que cree que la amistad se genera después de contarle a alguien sus cuatro desgracias de turno.
Lo cierto es que me he cruzado en varias ocasiones con gente de este tipo y se les reconoce en seguida.

De esta teoría de mi amiga me acordé después de conocer a Fran. Fran es un tío guapísimo y encantador que tiene novia formal desde que salió del instituto y al que yo conocí casualmente (o no tan casualmente). Por lo que me ha contado tiene la típica relación que yo denominaría "acabada" si no fuera porque sigue y seguirá con ella toda la vida. Es una relación formal en el sentido más aburrido de la palabra.

Fran nunca le había sido infiel a su novia y, aunque parezca difícil de creer después de que se enrollara conmigo, sus actos lo delataban claramente. Como amante era, sin lugar a dudas, "no practicante".

Después de pensárselo mucho y comerse mucho el coco me confesó que quería que nos viésemos tranquilamente y yo acepté encantada.
Cuando decidimos vernos en un pueblecito en el que nadie nos conocía yo no podía imaginarme que me iba a encontrar con alguien tan novato en este campo. Y no hablo del sexo, que en eso el chico iba sobrado, hablo de todo lo demás.
No me sentí la amante de un hombre comprometido, me sentí la novia formal de un chico muy decente. Y yo en eso, también soy "no practicante".

A pesar de que con sólo rozarnos saltaban chispas no hubo tonteo indecente, no hubo frases subidas de tono ni susurros al oído. Ni me desnudaba con la mirada ni me hacía insinuaciones de ningún tipo. Quien nos viera diría que éramos una pareja consolidada con los años cuando la realidad es que los dos habíamos hecho unos cuantos cientos de kilómetros para vernos a escondidas.

Su forma de tratarme rozaba más el instinto paternal que el animal y yo para eso no estaba preparada.

Al igual que él no entendía lo que para mí significaba ese encuentro yo no podía entender el papel que él estaba interpretando en aquella historia. Yo no me esperaba a un hombre que me tratase como si llevásemos toda la vida juntos mientras cenábamos ni que me cuidase como a la madre de sus hijos mientras tomábamos una copa.

Ahí estábamos un amante infiel "no practicante" y una novia formal "no practicante". Los dos completamente perdidos, descolocados y sin acabar de asumir el papel que nos estaba tocando interpretar.

Pero aún así lo cierto es que la cena fue encantadora y la copa divertida. Eso sí, nada que ver con lo que yo había imaginado los días previos.

Lo que ya terminó de dejarme a cuadros fue lo que me esperaba al llegar a la habitación del hotel.

Mi amante, el que yo había imaginado como me quitaba la ropa salvajemente un ciento de veces, al llegar a la habitación se desnudó, dejó su ropa perfectamente doblada en una silla y se metió en la cama.
A mí me dio la risa.
De las mil millones de formas que a mí se me ocurren para acabar por primera vez desnudos en una cama, esa no la había contemplado jamás.
Imagino que cuando llevas veinte años con tu pareja el ritual debe ser ese, pero yo, que no estoy acostumbrada a esa cotidianeidad tan aburrida me quedé perpleja.

A la mañana siguiente, cuando el hombre ya me había demostrado que de pasión inicial no sabía nada pero de todo lo demás sabía un mundo, le conté lo raro que se me hacía estar con él y su extraña forma de tratarme. Él con su mirada más tierna e inocente me contestó que no sabía hacerlo mejor.

Cuando empezó a decirme que no entendía cómo no había encontrado a un "buen chico" que me quisiera y me cuidara como yo me merezco me di cuenta de que, una vez más, me había cruzado con alguien de un planeta distinto al mío.

viernes, marzo 30, 2007

Déjà vu

La mente humana en general y la mía en particular es alucinante.

Anoche, antes de apagar la televisión para irme a dormir vi un anuncio. Tengo la sospecha de que se trataba del anuncio de una compañía de seguros o algo así, pero no recuerdo cual. De hecho, lo único que recuerdo claramente es la canción que sonaba de fondo.
De repente me acordé de esa canción, de lo mucho que “abusé” de ella cuando la descubrí hace unos años y de la cantidad de tiempo que hacía que no la escuchaba.

Esta mañana al llegar a la oficina lo primero que hice fue buscarla en internet, ponerme los cascos y escucharla.

Durante los minutos que dura la canción pude volver a sentir lo que sentía hace 6 u 7 años cuando la usé como banda sonora de unos momentos muy críticos.
Sólo puedo decir que tras volver de ese déjà vu tan intenso me he dado cuenta de lo bien que estoy ahora y de que, aunque yo no lo recordara y no pensara nunca en ello, no siempre he estado tan bien.
Nunca dejará de sorprenderme la cantidad de sensaciones, la cantidad de recuerdos y la cantidad de sentimientos que una simple canción puede devolverte.




Tajabone - Ismael Lo


Con la carne de gallina, la piel de pollo y los pelos como escarpias me he quedado.

miércoles, marzo 28, 2007

Bajo un caballo alado

Mi trabajo a menudo es aburrido y monótono, pero de vez en cuando me da sorpresas y me encuentro en los lugares más insospechados.

Ayer fue uno de esos días.
Por la mañana me llamaron para que fuera a ver a un cliente de los importantes y allí me fui yo embalada. Cuando llegué tuve una reunión de esas que a mí me hacen pensar que la gente no tiene nada mejor que hacer. No sacamos nada en claro y perdí un montón de tiempo. Pero cuando me iba me preguntaron si conocía el edificio.
Se trata de uno de esos grandes edificios del siglo XIX que todo el mundo que haya visitado Madrid habrá visto alguna vez. Yo contesté que no y enseguida llamaron a Fabian para que me diera una vuelta por el edificio. Fabian debe de ser algo así como el ayudante del secretario del asistente del asesor de alguien no muy importante. Un tío muy majo y muy de andar por casa, lo cual después de una reunión absurda era lo único que me podía apetecer.

Cuando llevábamos vistos un ciento de cuadros, vidrieras, frescos y demás virguerías Fabian me miró y me dijo:

- Todo esto lo podrías ver cualquier día, está a la vista del público. Si quieres pasamos de esto y te enseño lo que realmente merece la pena.
- Vale.

Entonces nos metimos por una puerta que llevaba a una zona de despachos, la atravesamos y nos metimos en un ascensor, de ahí pasamos por varios pasillos y luego nos subimos a una especie de montacargas.
Yo empezaba a pensar en Tesis y películas similares. Fabian no parecía mala persona, pero yo estaba segura de que si me abandonaba allí no sería capaz de encontrar la salida en un año.
Después subimos por unas escaleras muy chiquititas y abrió una especie de tragaluz. Primero salió él y luego me dio la mano para que yo pudiera salir también.
De repente descubrí que estábamos en la azotea del edificio y que tenía medio Madrid a mis pies. Las vistas eran realmente espectaculares.

Fabian me hizo un recorrido por todo el perímetro del edificio hasta que llegamos a la zona de la fachada principal donde se encontraban unas esculturas de piedra de dimensiones desorbitadas. Y allí, bajo la escultura de un caballo alado de 15 metros había un sillón.

- Cuando me apetece pensar y evadirme del mundo suelo venir aquí.

- Esto sí es un lujo y no los áticos de mi barrio.

Nos sentamos y mientras nos fumamos un cigarro estuvimos hablando de esas cosas de las que se habla con un desconocido al que probablemente no volverás a ver y en un lugar al que jamás vas a volver.

- Sabes? Desde la primera vez que subí aquí este sitio forma parte de todas mis fantasías.

- Supongo que en tus fantasías no está a punto de ponerse a llover ni es mediodía.

- No, de hecho siempre transcurren durante el atardecer de cualquier día de verano.


- No sé qué tal será tu trabajo, pero sólo por esto creo que merece la pena.


- Desde luego no pienso dejarlo sin haber hecho realidad un par de cosillas aquí arriba.


Lo miré y me fijé que debajo de su camisa asomaba un tatuaje. Él se dio cuenta.

- No te gustan los tatuajes supongo.

- Pues verás, no me gustaban especialmente, pero desde que sigo a Michael Scofield debo reconocer que empiezan a formar parte de algunas de mis fantasías.


- Una pena que se vaya a poner a llover…


- Y que no esté atardeciendo…


- Y que no sea verano…


- Una pena…


- Sí, una pena…


Y ahora mismo no recuerdo si lo que pasó después fue real o forma parte de una de mis nuevas fantasías.

martes, marzo 27, 2007

Yo tenía un vecino...

Yo tenía un vecino con el que solía coincidir de vez en cuando. No lo conocía mucho, pero me parecía un tipo interesante. Raro, pero interesante.
De hecho, era el único vecino con el que me gustaba hablar en el ascensor, cuando me lo encontraba en el super o comprando el periódico. Teníamos una extraña costumbre, un día él me contaba algo, otro día se lo contaba yo y, alguna vez, manteníamos una conversación y hablábamos los dos.

Hace cuatro semanas que me mudé de piso y un día me di cuenta de que en cierto modo lo echaba de menos. Echaba de menos las historias y las anécdotas que me contaba. Echaba de menos la sensación que me provocaba estar esperando el ascensor y verlo aparecer y la que me dejaba cuando llegábamos a su piso y él se bajaba, dejándome siempre con ganas de más.

Lo curioso es que yo tenía muchos vecinos y a algunos de ellos los conocía mucho más, pero ninguno despertaba mi curiosidad y mi interés tanto como este.

Recuerdo que al principio me imponía mucho. Supongo que su seguridad a la hora de hablar unida a lo que decía me resultaban poco comunes. Porque he conocido a gente inteligente, a gente con sentido del humor, a gente con una capacidad de raciocinio enorme y a gente con una sensibilidad especial, pero no es fácil encontrar a alguien que aúne esas cualidades, sea consciente de que las tiene y eso no lo convierta en un gilipollas.

He de reconocer que soy una persona fácilmente impresionable y con una tendencia exagerada a endiosar a quien me deja impresionada gratamente. De esto soy muy consciente. Pero también es cierto que cada vez tardo menos tiempo en "caer de la burra" cuando lo que me impresiona no es más que un espejismo sin mucho fondo.

Es muy probable que lo que inicialmente me llamase la atención de mi vecino fuese producido por una primera impresión favorable. Pero las impresiones, del tipo que sean, tienen un tiempo de caducidad muy limitado. Una vez superada la fase de aturdimiento si sigues escarbando y no ves algo más, el efecto desaparece. Pero si sigues escarbando y dejas de estar impresionada pero te sigue gustando lo que ves, entonces es cuando puedes empezar a opinar con algo más de argumentación y menos devoción.

Es cierto que imagino que tendrá mil virtudes más de las que yo pude ver y un millón y medio de defectos para contrarrestarlas, pero para ser un simple vecino lo que yo vi me pareció suficiente.

Lo bueno de estas relaciones tan breves que no tienes donde encasillarlas, es que están carentes de expectativas. Pueden gustarte o no. Pueden aportarte algo o no. Pero no son relaciones por las que hayas apostado algo, por lo que nunca tienes nada que perder.
Lo malo de estas relaciones es que se evaporan cuando dejas de coincidir en el ascensor.

Cada vez que he vuelto a pasar por delante de su portal lo he hecho con la esperanza de volver a verlo y que me contase alguna historia más de esas que quedaron pendientes o de las que le hayan ocurrido últimamente, pero lo cierto es que cada vez lo veo más absurdo. Ya no somos vecinos ni esperamos el mismo ascensor.

Yo no suelo sentir ningún interés especial por esa gente que me cruzo de vez en cuando y con la que no tengo ningún lazo afectivo, pero sí me he descubierto pensando que a ciertos vecinos uno debería llevárselos consigo cuando se cambia de piso.


PD. Por si a alguien se le pasa alguna idea extraña por la cabeza debo advertir que mi vecino era cincuentón y gay. Pero eso sí, estaba más bueno que un queso.

viernes, marzo 23, 2007

Yo no buscaba a nadie y te vi

Ayer recuperé una vieja costumbre que hacía años que no practicaba. La verdad es que no recuerdo cuándo ni por qué dejé de hacerlo, pero ayer me di cuenta de que había pasado mucho tiempo.

Yo no suelo salir a pasear nunca. Yo voy a sitios concretos a hacer cosas concretas. Si están cerca voy andando y sino voy en coche, pero salir a pasear es algo que no acostumbro a practicar demasiado (exceptuando cuando hago turismo, claro).
Ayer lo hice, pero no fue un paseo sin más. Al hecho de andar sin rumbo le añadí un detalle que consiguió convertir un simple paseo por mi barrio en una experiencia muy entretenida.
Durante todo mi paseo me dediqué a mirar directamente a los ojos a todos aquellos hombres que se cruzaban en mi camino y, claro está, analizar sus diferentes reacciones.
Me crucé con muchos rostros desconocidos, muchas miradas nuevas y muchas expresiones distintas.

Uno se puso nervioso y acto seguido se paró ante un escaparate a mirarse la cara a ver qué era lo que había llamado mi atención.

Alguno me saludó pensando que yo lo miraba porque lo conocía de algo.

Con algunos eché un pulso de miradas. Con alguno gané yo y con otro acabé bajando la cabeza y aceptando mi derrota.

Otro me puso mala cara y al pasar a mi lado me lanzó una mirada un pelín agresiva como diciendo “¿qué coño miras?”.

Unos ni se percataron de mi existencia y otros me miraron pero estoy segura de que no me vieron.

Alguno me susurró algo al pasar a mi lado y algún otro en lugar de mirarme a los ojos me dio un repaso anatómico mucho más exhaustivo.

Con uno me crucé hasta tres veces, lo que provocó que a los dos nos diera un ataque de risa y con otro me hubiera gustado volverme a cruzar, pero no coincidió.

Hubo uno al que empecé a mirar desde lejos. En cuanto sus ojos se cruzaron con los míos bajó la cabeza para volverla a subir y volverla a bajar y volverla a subir hasta que, al pasar a mi lado, me sonrió tímidamente. Le devolví la sonrisa y cuando ya había pasado me giré y lo pillé mirando. Le guiñé un ojo y seguí mi camino pensando “menudo morro tienes, Reich”.

Me gustó tanto la experiencia que en plena euforia decidí darme un homenaje y comprarme un vestido al que le había echado el ojo la semana pasada.

(Supongo que es una manía como otra cualquiera, pero yo para concederme un capricho me lo tengo que ganar. Eso sí, soy bastante permisiva conmigo misma y cualquier excusa es buena para merecerme más que nadie el capricho de turno)


Cuando di por terminado mi paseo, subí a mi casa, me puse cómoda, encendí la calefacción, me acurruqué en el sofá y estaba echándole un ojo a una revista cuando de pronto leo lo que decía mi horóscopo para el día de ayer:

Virgo

Salud: Evita que te coja el frío en la calle.
Dinero: No está el tema para caprichos, se avecinan tiempos difíciles.
Amor: Lo esencial no es visible a los ojos, no lo olvides.



Pues eso, lo que yo decía... que salí a comprarme un vestido que me hacía mucha falta para taparme un poco y no ir por ahí enseñando "lo esencial".

miércoles, marzo 21, 2007

Podría...

Podría distorsionar un poquito la realidad y decir que durante este tiempo he estado ausente porque un hombre sexi y elegante a la par que interesante e inteligente ha estado proporcionándome placer incansablemente en mis ratos libres.
Podría incluso fantasear un poco más y dejarme llevar por mi imaginación para relataros los infinitos motivos por los que no consigo decidir si me pone más su mente o su cuerpo, su capacidad para despertar mi interés por lo que me dice o por lo que me hace o su facilidad para provocarme todo tipo de reacciones o seducirme de mil formas diferentes.
Podría además idear muchos momentos, muchas situaciones y muchas circunstancias que me habrían impedido actualizar este blog y en todas él habría sido el culpable.
Podría...

Podría mentir, pero eso está muy feo y la verdad es que a ese hombre no le ha apetecido dar señales de vida.

Lo cierto es que llevo 4 semanas sin internet en casa pero mi proveedor de internet (al que puse verde cuando me advirtió que si me cambiaba de piso estaría sin conexión un mes) se ha comprometido a cumplir mis deseos en el plazo de una semana.

Mientras, mis otros deseos, esos que sólo ese hombre puede complacer, carecen de una fecha límite para hacerse realidad.


Porque ese hombre aparecerá (o no) cuando le de la gana, sin previo aviso, sin llamar a la puerta y sin pedir permiso. Aparecerá mañana, el mes que viene, el año que viene o cuando yo sea una ancianita y mis firmes pechos sean un recuerdo del pasado. Y entonces yo le tendré que contar que cuando era joven mis tetas estaban en su sitio, las carnes que cuelguen de mi espada formaban parte de un culo muy bien puesto y que las arrugas de mi cara no estaban ahí de forma tan evidente. Le tendré que explicar que llega tarde para disfrutar del cuerpo serrano que yo tenía y que a esas alturas ya no me quedarán fuerzas para polvos salvajes ni posturas imposibles. Tendrá que entender que llegar con tanto retraso transforma lo que había sido un sensual movimiento en un inevitable desgastamiento de cadera y un erótico conjunto de ropa interior en un combinado de faja y sostén nada provocadores.

Podría parecer que no, pero yo sé que él es suficientemente inteligente como para saber lo que hace y si prefiere seguir esperando sus motivos tendrá.

Al fin y al cabo es él el que se lo está perdiendo... o seré yo?

martes, marzo 13, 2007

Ahora vuelvo...


PD. Cuando lo que tenga que contar no quepa en un post-it, escribiré un post.