jueves, abril 26, 2007

Doce meses doce causas

Porque quiero probar.
Porque podría ser divertido.
Porque me hace gracia y me río.
Porque me da la gana.
Porque no puedo ni quiero evitarlo.
Porque se ha convertido en costumbre.
Porque me he propuesto seguir.
Porque me convenzo a mí misma.
Porque no tengo un motivo para dejarlo.
Porque me estoy cansando.
Porque empieza a aburrirme.
Porque no me apetece.

Este blog ha cumplido un añito y creo que como experiencia ha sido genial, pero si se tratase de una relación de pareja estaría en ese momento crítico en el que tendría que dejarlo.
No sería una ruptura dolorosa ni frustrante, sería un "démonos un tiempo y ya veremos". Porque si algo tengo claro es que las cosas no se pueden forzar y en este tema ya me estoy forzando mucho.

Quizá vuelva con energías renovadas algún día a este blog o quizás me quede con otro por el camino y no vuelva nunca, pero como los motivos por los que lo dejo no son suficientes como para desenchufarlo del todo opto por dejarlo en "stand by" una temporada y esperar a ver qué pasa.

Buscarnovio es lo que tiene, cansa y aburre casi más que encontrarlo. ;-)

Ha sido un placer leer vuestros comentarios.

Gracias.

domingo, abril 22, 2007

Se apaga

Acabo de escuchar por primera vez (aunque oír, ya la había oído antes) una canción que me gusta. Se titula Extrema Pobreza y habla de un amor que se apaga.

Lo cierto es que yo siempre he intentado buscar ese punto de inflexión de las relaciones a partir del cual el amor (o lo que sea) empieza a apagarse. Ha habido casos en los que he podido reconocer ese instante en el mismo momento en el que tenía lugar, pero son la minoría. La mayor parte de las veces lo que me suele ocurrir es que algo me hace recordar lo que sentía un tiempo atrás, y es entonces cuando me doy cuenta de que ya no siento lo mismo.

Esta canción habla de la pobreza que resulta de ir perdiendo un sentimiento, de dejar que se apague la llama que lo mantiene vivo y ese sabor amargo que te queda por dentro cuando descubres que no has hecho nada para salvarlo porque en el fondo no merecía la pena intentar evitar que acabara.

Aquí no voy a hablar del amor de verdad, pero sí de esa sensación que yo conozco muy bien de lo que yo llamo el "globo desinflándose". Cuando notas que la burbuja de ilusión que te has creado empieza a hacerse pequeñita y no puedes hacer nada por evitarlo. Cuando te das cuenta, de nuevo, que te has vuelto a emocionar de forma tan pasajera que todo se transforma en algo bastante frívolo y de lo que apenas sacas nada de provecho. Cuando sabes que tras el fin sigues tan pobre como al principio.

Independientemente de cómo y por qué terminen mis breves historias, ya sea culpa mía o del otro, lo cierto es que una vez terminadas la sensación que me invade es siempre la misma, la de salir de allí con las manos vacías.
El otro día una amiga me preguntó qué había sido de un tipo del que le había hablado mucho hace un tiempo. Y mi respuesta fue la de siempre:

- Se desinfló el globo.
- ¿Qué pasó?
- Qué más da, no tenía esa capacidad que yo quiero.
- ¿La capacidad de hacerte feliz?
- Yo soy bastante feliz, no es eso, hablo de la capacidad para hacerme daño.
- ¡Tú estás loca! ¿Quieres que te hagan daño?
- ¡No!, yo sólo quiero saber que tiene esa capacidad.


Muchas veces me ha ocurrido que la relación no se apaga cuando termina, sino cuando me doy cuenta de que, una vez terminada, me he quedado igual que estaba, en la pobreza extrema, con la esperanza muerta, la torpeza y la vergüenza de que, otra vez, no ha sido lo esperado.

Extrema Pobreza
Tristemente puesta en pie,

acaricias con los dedos
la esperanza muerta,
la torpeza y la vergüenza
de este año que no fue,
ese año que esperábamos tener.

Y lamentas con miradas
lo que no se puede ni explicar
lo que no has guardado
porque al no ser lo esperado
no quisiste ni archivar,
ni un solo momento,
ni un segundo odiado
de este amor impuro y agotado,
enfermo y delicado,
pequeño y despistado
que se apaga

Este amor se apaga
como se apagan los impulsos de tu amor,
como terminan los mensajes que no mandas
este amor... se apaga

Repetimos los errores
que si antes eran grandes
ahora son enormes,
lamentamos no tenernos uno al otro
y darnos flores
que nos alivien en un instante
cambien todo y nos perdonen.

Nuestra falta de cabeza
es peor que la pobreza
porque no nos ha dejado tener nada.

Este amor se apaga
como se apagan los latidos de tu amor
como terminan mis canciones que no acaban
este amor... se apaga
Se apaga..
Iván Ferreiro


miércoles, abril 18, 2007

Radicalizando

Lo he decidido, acabo de llamar a un programa de la tele y en breve seré una de las afortunadas mujeres cuya vida se transformará gracias a la magia del mejor programa que hemos tenido en antena, Cambio Radical.

Ya me lo estoy imaginando...

Para poder darme la noticia de que soy la siguiente afortunada en pasar por el quirófano de la felicidad primero me vestirán con un chándal último grito en los centros comerciales de Alcorcón, luego me despeinarán lo suficiente como para que mi pelo se asemeje a un estropajo, me obligarán a poner cara de pena constantemente y cuando mi aspecto sea el de la desgracia personificada será cuando me den (ante mis familiares y amigos) la esperada noticia.
Yo lloraré y mi familia también.
Yo porque me estará viendo media España con pinta de acabarme de despertar de una pesadilla y mi familia por la vergüenza ajena de tener que verme (y verse) en la tele de esa guisa.

Desde ese momento tendré que convivir todo el día con cámaras, la ilusión de mi vida y sin duda lo más práctico para acabar con mis complejos.

Luego me llevarán a ese maravilloso centro de enclaustramiento y comenzará mi verdadera aventura hacia la realización personal y la vida plena.

Allí me pondrán un conjunto de braga y sujetador color carne (¡con lo que me gustan!) y me obligarán a relajar todos los músculos de mi cuerpo mientras una cámara me rodea y va filmando, sin dejarse un solo detalle, todos los defectos de mi cuerpo.
Luego me obligarán a poner cara de desgraciada y me harán el primer plano televisivo más cruel de la historia.

Con esta carta de presentación ya estaré preparada para ir a ver a mi nuevo mejor amigo, el cirujano.
Hombre encantador donde los haya que cuando yo le diga que quiero que me ponga la nariz de la Jolie, aprovechará para hacerme ver que, además, necesito urgentemente un retoque en los pómulos, unos labios nuevos, una mirada más felina, botox a discreción y una nueva dentadura. Además se encargará de sacar de mi cuerpo todos esos depósitos de grasa o pequeñas lorzas a las que tanto cariño les tengo y, por supuesto, me convencerá de que mis pechos necesitan como mínimo un par de sacos de silicona para hacer juego con todo lo demás.

Después de que este buen hombre explique a mi audiencia lo maravillosa que quedaré cuando de mí no quede ni la muestra, la encantadora presentadora del evento aprovechará para explicarle al mundo entero que gracias a su programa están a punto de deshacerse de mí, para engendrar una nueva persona con un visado garantizado hacia la felicidad más absoluta.

En vivo y en directo a mi hermano pequeño le echarán la culpa de mi desgracia y mis complejos por haberse metido conmigo cuando éramos preescolares. A mis padres les recriminarán no haberme concebido con mejores cualidades genéticas y porque no tengo novio, que sino le preguntarían si no tiene miedo a que lo mande a freír churros cuando descubra que tras el cambio radical puedo conquistar a tíos más guapos que él.

Pero todo eso a mí me dará igual y toda España podrá comprobar lo feliz que me siento con una escayola en la nariz, los ojos amoratados y el cuerpo vendado después de que me hayan sometido a veinte operaciones quirúrgicas (que en circunstancias normales requerirían 2 años) en una sola visita al quirófano.

Como colofón y fin de fiesta me llevarán a una estilista divina que hará con mi pelo lo que le venga en gana después de recalcarme y dejarme muy clarito que el peinado y color de pelo que yo he llevado toda mi vida son una mierda y me sientan como el culo.

¿Y todo esto para qué? Para presentarme después en un plató donde me esperarán mis familiares y amigos llorando de felicidad porque, por primera vez en todo el programa, me permiten sacarme el chándal para colocarme un vestido de fiesta que hace juego con mis nuevos dientes.

Eso sí, que no os sorprenda que luego me vea obligada a recorrer los platós de los programas más sangrantes para recaudar el dinero que necesitaré para poder mantener a mi nuevo yo.
Porque mi nuevo yo necesitará una renovación absoluta del fondo de armario, de lo que no es el fondo y de los cajones. Un abono ilimitado en el gimnasio para mantener a raya las lorzas que se quedaron en el quirófano. Sesiones mensuales de botox para no perder la sonrisa constante. Y lo más importante, terapia de grupo vitalicia para mis familiares y amigos.


Ay! Qué emocionada estoy... no veo llegar ese momento final en el que se podrá leer impreso bajo mi imagen el letrerito que dice:

"Reich ha cumplido su sueño.
Cambio Radial la ha convertido en otra persona"

Está claro que en el mundo tiene que haber de todo...

aunque yo no acabo de entender por qué.

lunes, abril 16, 2007

No practicantes

Una de mis amigas tiene la teoría de que hay ciertas personas que no saben lo que es la amistad porque son "no practicantes".
Es gente que nunca ha tenido amigos de verdad y por ello no saben cómo funcionan este tipo de relaciones. Gente que cuando ha encontrado pareja se ha desprendido del lastre que suponían sus amigos y nunca se ha molestado en conservar a ninguno. Gente que usa a los amigos a modo de trampolín temporal para encontrar otra cosa o gente que cree que la amistad se genera después de contarle a alguien sus cuatro desgracias de turno.
Lo cierto es que me he cruzado en varias ocasiones con gente de este tipo y se les reconoce en seguida.

De esta teoría de mi amiga me acordé después de conocer a Fran. Fran es un tío guapísimo y encantador que tiene novia formal desde que salió del instituto y al que yo conocí casualmente (o no tan casualmente). Por lo que me ha contado tiene la típica relación que yo denominaría "acabada" si no fuera porque sigue y seguirá con ella toda la vida. Es una relación formal en el sentido más aburrido de la palabra.

Fran nunca le había sido infiel a su novia y, aunque parezca difícil de creer después de que se enrollara conmigo, sus actos lo delataban claramente. Como amante era, sin lugar a dudas, "no practicante".

Después de pensárselo mucho y comerse mucho el coco me confesó que quería que nos viésemos tranquilamente y yo acepté encantada.
Cuando decidimos vernos en un pueblecito en el que nadie nos conocía yo no podía imaginarme que me iba a encontrar con alguien tan novato en este campo. Y no hablo del sexo, que en eso el chico iba sobrado, hablo de todo lo demás.
No me sentí la amante de un hombre comprometido, me sentí la novia formal de un chico muy decente. Y yo en eso, también soy "no practicante".

A pesar de que con sólo rozarnos saltaban chispas no hubo tonteo indecente, no hubo frases subidas de tono ni susurros al oído. Ni me desnudaba con la mirada ni me hacía insinuaciones de ningún tipo. Quien nos viera diría que éramos una pareja consolidada con los años cuando la realidad es que los dos habíamos hecho unos cuantos cientos de kilómetros para vernos a escondidas.

Su forma de tratarme rozaba más el instinto paternal que el animal y yo para eso no estaba preparada.

Al igual que él no entendía lo que para mí significaba ese encuentro yo no podía entender el papel que él estaba interpretando en aquella historia. Yo no me esperaba a un hombre que me tratase como si llevásemos toda la vida juntos mientras cenábamos ni que me cuidase como a la madre de sus hijos mientras tomábamos una copa.

Ahí estábamos un amante infiel "no practicante" y una novia formal "no practicante". Los dos completamente perdidos, descolocados y sin acabar de asumir el papel que nos estaba tocando interpretar.

Pero aún así lo cierto es que la cena fue encantadora y la copa divertida. Eso sí, nada que ver con lo que yo había imaginado los días previos.

Lo que ya terminó de dejarme a cuadros fue lo que me esperaba al llegar a la habitación del hotel.

Mi amante, el que yo había imaginado como me quitaba la ropa salvajemente un ciento de veces, al llegar a la habitación se desnudó, dejó su ropa perfectamente doblada en una silla y se metió en la cama.
A mí me dio la risa.
De las mil millones de formas que a mí se me ocurren para acabar por primera vez desnudos en una cama, esa no la había contemplado jamás.
Imagino que cuando llevas veinte años con tu pareja el ritual debe ser ese, pero yo, que no estoy acostumbrada a esa cotidianeidad tan aburrida me quedé perpleja.

A la mañana siguiente, cuando el hombre ya me había demostrado que de pasión inicial no sabía nada pero de todo lo demás sabía un mundo, le conté lo raro que se me hacía estar con él y su extraña forma de tratarme. Él con su mirada más tierna e inocente me contestó que no sabía hacerlo mejor.

Cuando empezó a decirme que no entendía cómo no había encontrado a un "buen chico" que me quisiera y me cuidara como yo me merezco me di cuenta de que, una vez más, me había cruzado con alguien de un planeta distinto al mío.