sábado, febrero 24, 2007

Sola y soltera

A ver si ahora lo consigo.
Ayer intenté explicarle a una compañera cómo veía yo las cosas y no fui capaz de hacerme entender. Soy consciente de que muchas veces me explico fatal, pero esta vez, a mi torpeza habitual hay que añadirle que la chica en cuestión es de un planeta muy distante al mío y es probable que lo que yo le estaba diciendo a ella se sonase a chino.

La conversación comenzó porque ella me había oído hablar de que estaba mudándome de piso.

- Reich, ¿tú con quién vives?
- Conmigo misma.
- ¡¿Sola?!
- Pues sí, SOLA, ¿con quién voy a vivir mejor?
- Hija, qué pena... ¿cómo no te echas un novio?
- ¿Pena?, a mí me das más pena tú, que tienes 37 años, vives con tus padres y no te vas a independizar hasta que encuentres a un tío que te quiera sacar de casa. Eso sí que es una pena.
- Reich, es que vivir sola es muy triste.
- Perdona bonita, pero no tienes ni puta idea de lo que estás hablando y además, lo único triste es que haya gente que piensa como tú.


Llegados a este punto de la conversación respiré hondo, me armé de paciencia y suavicé el tono de voz.

- Verás, la diferencia entre tú y yo es una simple cuestión de necesidad. Tú necesitas un novio, yo no. Tú acabarás con una persona que te necesite, yo no.

Una de las cosas que yo siempre he necesitado es ser autosuficiente.
En este afán por no precisar más ayuda que la imprescindible he aprendido un ciento de cosas muy útiles. Domino la Black&Decker como nadie, sé desmontar y reparar la cisterna del baño, no hay mueble de ikea que se me resista, reparo enchufes y he utilizado alguna vez todo lo que contiene una caja de herramientas.
Pero además de estar hecha una McGiver, hay algo que es muchísimo más importante que eso, y es que afectivamente yo no tengo carencias. Tengo unas amigas geniales, unos amigos estupendos y la mejor familia del mundo.

Si mañana me dijeran que no voy a enamorarme nunca más no pasaría absolutamente nada. Puedo ser tan feliz o más que cualquiera sin que el hecho de no tener pareja me trastorne lo más mínimo. Y es precisamente por carecer de esa necesidad por lo que nunca me han atraído los hombres que van suplicando cariño, compañía o comprensión o los que buscan en ti lo que a ellos les falta.

En el post anterior alguien comentó la posibilidad de estar con alguien "por no tener nada mejor". No se me puede ocurrir nada más triste.
Para mí estar sola es una situación "casi perfecta" que sólo puede mejorarse cuando estás con alguien que al 100% de ti misma le suma su 100%. Alguien que es feliz con su vida y descubre que viviéndola a tu lado esa felicidad se ve incrementada. Alguien que sin necesidad de lo que tú le aportas sabe apreciarlo y valorarlo. Alguien que el único motivo que tiene para querer estar contigo eres TÚ.

Mucha gente piensa que somos como un puzzle y que la pareja es una pieza imprescindible para poder completarlo. Yo creo que somos un puzzle que hasta que no está completo no estamos en condiciones de encontrar a "esa persona" por la que vale la pena dejar de estar felizmente solo.

No sé cuantos años tendrán que pasar para que el tópico de mujer soltera deje de producir lástima y pueda equiparase al de hombre soltero que decide serlo para no complicarse la vida sin necesidad, pero parece que todavía falta mucho.

Apuesto a que si la gente se preocupara más por desarrollarse personalmente antes de hacerlo como pareja, habría muchos menos matrimonios y muchos más hombres interesantes en el "mercado".

Cuando acabé mi discurso, la chica me soltó:

- Ya, pero y el sexo, que?

- Y eso qué coño tendrá que ver...

Está visto que no entendió nada.

martes, febrero 20, 2007

Con cara de gilipollas

- Venga ya... este tío te encanta.
- ¿Que dices? Pero si es más rarito que un perro verde.
- Pero si cuando hablas de él se te cae la babilla!!
- Y eso qué tendrá que ver...
- Venga mujer, reconócelo, te gusta.
- ¡Qué pesada! Que no.
- Pues explícamelo porque no lo entiendo.
- Es simplemente que me descoloca y eso es algo que yo llevo muy mal.
- ¿Te descoloca?... ¿qué ha hecho esta vez?
- Nada.
- ¿Cómo?
- No ha hecho nada. Me acompañó hasta mi portal, me dio dos besos en las mejillas y se fue.
- Bueno, a lo mejor se lo quiere tomar con calma...
- No, no es de "esos".
- ¿Entonces?
- Creo que no le gusto.
- Entonces... ¿por qué cada vez que te ve no se separa de ti?
- Creo que disfruta viendo la cara de gilipollas que se me queda cuando se va.
- ¿Y se toma tantas molestias para eso?
- No encuentro otra explicación.
- Tú nunca has sido de las que esperan sentadas, ¿por qué no haces algo tú?
- Porque no soy capaz. Me pongo nerviosa y me paralizo.
- Ya... y me dices que no te gusta, no?
- Que no, que paso...

SMS: "¿tienes algún plan para mañana por la noche?"

- Si te vieras la cara de boba que tienes...
- ¿Quién? ¿yo?
- ¿Qué le vas a contestar?
- No sé... qué nervios!!!
- Dile que mañana cenas conmigo.
- Ni de coña.
- Pero... ¿por qué vas a quedar con él si no te gusta y es más rarito que un perro verde?
- ¿Quién ha dicho eso?

PD. Al final se volvió a quedar en el portal con cara de gilipollas, pero total, como no le gusta...

sábado, febrero 17, 2007

Lo peor del amor es cuando se acaba

Esta sala de espera sin esperanza,
estas pilas de un timbre que se secó,
esta mala ventura, esta contradanza,
este tráiler de mudanzas,
con los muebles del amor.
(J. Sabina)

Mentiría si dijese que no lo quería, que no me gustaba y que no le tenía cariño. Yo estaba muy feliz con él y no tenía en mente dejar de estarlo, pero a veces, cuando menos te lo esperas y cuando menos lo necesitas, suceden cosas que te descolocan los esquemas y que consiguen que dejes de verlo todo como lo estabas viendo.

Yo no buscaba otra cosa, ni me lo había planteado. Supongo que así es como ocurre siempre. Una se deja llevar y de repente descubre que lo que tiene ya no lo quiere y que prefiere cambiar. Cuando eso ocurre, cuando te cambia el chip y ya no eres capaz de volver a disfrutar de lo que tienes sólo queda una salida, la despedida.

Cuando tú eres la culpable de que las cosas no funcionen y de querer romper con todo, y además lo eres porque has encontrado algo que te llena más, algo mejor, te sientes traidora y ruin y no puedes evitarlo.

Lo miras con lástima, con mucha pena, porque el pobre no ha hecho nada para merecerse lo que vas a hacerle, pero tú no puedes explicarle que la vida ha hecho que te cruces con otro mejor que él y que sólo por eso tú has dejado de quererle.

Y mientras haces tus maletas y empaquetas tus cosas bajo su constante mirada no puedes evitar pensar que quizás te estés equivocando y que a lo mejor su sustituto no te va a acoger con tanto cariño como lo ha hecho él. Pero ya da igual, una vez que has tomado la decisión y que has conseguido hacérsela entender ya no hay vuelta atrás.

Sigues embalando tus bártulos con tristeza y despidiéndote mentalmente de todas aquellas cosas que sabes que no volverás a vivir. Te das cuenta de que lo que estás dejando atrás es para siempre y que todas esas escenas tan cotidianas no se repetirán jamás.

No volverás a verlo nunca y eso es lo más duro.


Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…
(J. Sabina)



PD. Lo dicho, que estoy de mudanza. Dejo mi piso por otro mejor... o eso creo.

PD2. Esta semana busconovio fuerte y musculado que me ayude a hacer la mudanza.

PD3. Ya ha empezado mi guerra con telefónica... me temo que estaré sin conexión a internet una temporada.

miércoles, febrero 14, 2007

Perdiendo recuerdos y recordando pérdidas

Yo me fui de la casa de mis padres a los 18 años y, salvo de visita o en vacaciones, no he vuelto a vivir allí.
Durante los primeros años de ausencia mis padres conservaron de forma intacta “mi habitación”, pero pasado cierto tiempo me llamaron para advertirme que habían pensado en redecorar la casa y que pensaban deshacerse de todo aquello que yo no quisiera conservar.

Como un rayo me presenté en casa de mis padres y me enfrenté a duro trance de decidir qué parte de mi infancia y de mi adolescencia quería conservar y qué parte estaba dispuesta a perder para siempre.
En cuanto entré por la puerta mi madre me dio un saco enorme para que yo decidiera qué cosas se irían a la basura.

Peluches, muñecos y figuritas infantiles fueron lo primero que me encontré. Opté por conservarlos al principio, pero finalmente acabaron todos en la bolsa de basura. Luego llegó el momento de ropa: todo a la basura, la moda ochentera no favorece nada 20 años después.
Luego llegaron los libros, las fotos, las cartas: hice una selección y guardé lo poco que me interesaba.

Y después vino lo más difícil de todo, un sitio que hacía años que no revisaba: mi cajón de los recuerdos.

Cada vez que yo hacía un viaje o cada vez que pasaba algo importante en mi vida yo guardaba un recuerdo de ese momento en aquel cajón. Allí estaban concentrados todos los recuerdos de mi infancia y mi adolescencia en forma de pequeños objetos.

Fue tremendamente frustrante y decepcionante darme cuenta de que prácticamente nada de lo que había allí guardado con tanto esmero me traía ningún recuerdo.
Medio billete de 100 pesetas, una postal de un sitio que no recuerdo, una servilleta con una declaración de amor, una carta escrita por un niño o un trébol de cuatro hojas, no supe a qué o a quién debían recordarme.
Ninguno de aquellos objetos podía asociarlos a una época o a un momento de mi vida porque no recordaba de dónde habían salido, así que uno tras otro se fueron todos a la basura.

Entonces me di cuenta de lo estúpido que es acumular cosas materiales cuando nuestra propia mente se encarga después de seleccionar qué momentos y qué instantes serán recordados toda la vida y cuales pasarán sin pena ni gloria.

Ayer mi ordenador abandonó el mundo de los vivos y con él se llevó una parte de mí. Si yo fuera una persona supersticiosa le habría echado toda la culpa al martes y trece, pero como no lo soy no me queda más remedio que echársela a las meigas.

Mis fotos de los últimos años, mi música de las últimas décadas, las películas que bajé las últimas semanas y algunas otras cosas que probablemente no recordaré nunca, han desaparecido.

Mi primera reacción fue entristecerme mucho por no haber hecho nunca una copia de seguridad de todas esas cosas, pero luego me consolé a mí misma pensando en mi cajón de los recuerdos y en que las cosas que mi mente no sea capaz de recordar será porque no son importantes. Y porque siempre va a ser mucho mejor el recuerdo inconsciente de una noche especial que mil fotos de la misma.

viernes, febrero 09, 2007

Post sin sentido

Con los ojos abiertos como platos lo miro cada vez que lo veo, lo recorro de arriba de abajo con mi mirada más curiosa para acabar clavando mis ojos en los suyos intentando ver qué hay ahí dentro, donde mi vista no alcanza.

Con las yemas de mis dedos puedo conseguir que un escalofrío recorra su cuerpo de la cabeza a los pies para acabar rozando mi piel con la suya intentando sentir lo que hay ahí dentro, donde mi tacto no alcanza.

Con atención escucho sus palabras desde la primera a la última sin perderme un segundo para acabar intentando descifrar lo que no llega a decir, lo que se queda dentro, lo que mi oído no alcanza.

Con gusto aprecio su dulzura, su acidez, su amargura, su salero y hasta el más agridulce de sus sabores para acabar buscando con mis labios por todo su cuerpo el sabor que me falta, el que está dentro, el que mi gusto no alcanza.

Con mucha intriga me acerco cuidadosamente intentando descubrir a qué huele su cuerpo y a dónde me trasladan esos olores para acabar dejándolo por imposible... he perdido casi todo el olfato y me han dicho que no lo recuperaré nunca...

Vaya putada, no?
con lo profundo que me estaba quedando esto...

miércoles, febrero 07, 2007

Inagotable pretendiente

El otro día me llamó un abogado que conocí virtualmente hace años y personalmente el año pasado.

Lleva más o menos 8 meses llamándome rigurosamente una vez al mes para ponerse al día de mis "asuntos" , contarme sus novedades y proponerme una cita que al final, por una cosa o por otra, nunca tenemos.

Pero esta vez (llamadme interesada) yo necesitaba la opinión de un abogado y decidí quedar con él. Lo peor es que como yo sabía que él iba a ser el primer sorprendido por mi repentino interés, no tuve otro remedio que confesar:

- Verás, es que tengo que hacerte una consulta profesional.
- Sabía que tenía que haber una explicación, pero sinceramente, tenía la esperanza de que fuera que estás muy necesitada de buen sexo.
- Estoy muy necesitada de buen sexo, pero para eso no te llamaría a ti...
- ¿Es necesario que seas tan cruel?
- Sí, que sé que te emocionas con facilidad.
- Contigo es imposible emocionarse.

Siempre me ha parecido un poco inexplicable como alguien puede disfrutar tanto de esa pose de "inagotable pretendiente". Porque sé a ciencia cierta que no es más que eso, una pose o un rol del que no sabe o no quiere salir.

Al principio le gustaba jugar a desempeñar ese papel porque yo solía ponerme nerviosa y colorada, pero hace tiempo que yo ya no me inmuto y él sigue igual. A veces me entran tentaciones de ser un poco mala y seguirle el rollo sólo para comprobar hasta donde es capaz de jugar, pero siempre me ha dado miedo la idea de que sea capaz de jugar hasta el final.

Bueno, el caso es que tomamos algo, le hice la consulta, me resolvió algunas dudas y pasamos a otros temas:

- Reich, explícamelo porque no lo entiendo: soy un partidazo, tengo un piso en el centro, un buen trabajo, te caigo muy bien y te ríes mucho conmigo... ¿qué me falta?
- Supongo que te falta el yate atracado en Marbella o el chalet en la sierra, no estoy muy segura.
- Soy buenísimo en la cama, no sé si te lo he comentado alguna vez.
- Sí, infinidad de veces.
- Bueno, supongo que tendré que asumir que te parezco feo y punto.
- Eres incapaz de asumir eso, pero es que además sabes que ese no es el motivo.
- ¿Existe un motivo?
- No lo creo.

Conversaciones como esta las tenemos cada vez que hablamos, pero en cuanto termina no tiene ningún reparo en empezar a contarme sus últimas aventuras o preguntarme por las mías.

Después de un buen rato hablando de todo un poco, nos despedimos y él lo hizo con una de sus míticas frases:

- El día que tire la toalla la tiraré para siempre. Espero que no te des cuenta entonces de que estabas equivocada. No me gustaría verte llorar por mí.
- Jajajaja! No me mientas... te encantaría!
- Jeje... Tienes razón.

Nunca me han gustado los aduladores y mucho menos los insistentes, pero he de reconocer que el día que este tío se canse de la pose de "inagotable pretendiente" la echaré de menos. Al final le estoy cogiendo cariño a mi pose de "inagotable pretendida".

lunes, febrero 05, 2007

En la guerra todo vale

Hace algunos años, una noche de verano en una pequeña ciudad poco veraniega mis amigas y yo nos fuimos al cine. Al salir del cine, atravesando el centro de la ciudad para irnos hacia casa vimos a "El hombre".

"El hombre"
era un chico que se había ido a vivir a la capital cuando éramos unos adolescentes y que, justamente ese día, había vuelto por su ciudad natal de visita.
Los años de ausencia habían convertido a un niño mono de instituto en "El hombre", el tío más guapo que veíamos en muchísimo tiempo.

Mis amigas y yo nos miramos y sin mediar palabra cambiamos de planes y nos metimos en el mismo bar que él.
Ninguna de nosotras lo habíamos conocido personalmente lo suficiente como para saludarlo, así que tuvimos que trazar un plan:

- Hay que hablar con él como sea.
- Vale, yo me camelo al amigo, creo que fuimos compañeros de clase en 4º de EGB.
- Ok, en cuanto el chico haga memoria y se acuerde de ti, nos presentas a todas.
- Hecho!

Así fue, una de mis amigas saludó al amigo de "El hombre" y en menos de 2 minutos estábamos las 4 integradas en el grupo.
Empezamos una serie de conversaciones triviales hasta que una de mis amigas se empezó a dar cuenta de que "El hombre" era sólo uno, y que nosotras éramos 4.

- Tiempo muerto, chicas, al baño!

Hicimos una típica reunión de aseo para aclarar las reglas del juego.

- Sólo va a estar aquí una noche... es hoy o nunca.
- Ok, en la guerra todo vale... que gane la mejor!

Y empezó la guerra...

Creo que pocas noches 4 mujeres han estado tan espléndidas como nosotras aquella noche. El ingenio agudizado, la sensualidad a flor de piel, la simpatía radiante y lo mejor, las puñaladas traperas que, disimuladamente, nos lanzábamos las unas a las otras, sin el más mínimo reparo.

Fue tan divertido que nos daba una pena horrible que se acabase la noche, así que una de mis amigas ofreció su casa para ir todos a desayunar.

Las horas pasaban y aquello parecía que no iba a tener final.

- Son las 10 de la mañana... en mi casa me matan.
- Pues vete...
- Ni de coña!

"El hombre", además de ser extremadamente guapo, era encantador y en ningún momento se dio por aludido ni parecía enterarse de todo lo que sucedía a su alrededor, pero su amigo debía de estarlo pasando igual o mejor que nosotras.

Como a las 12 de la mañana, cuando nuestras caras ya daban más pena que otra cosa yo decidí jugar mi última baza.
Hice algo que sólo "El hombre" y yo sabemos, me levanté y dije:

- Me voy.

Acto seguido él se levantó, le pidió el coche a su amigo y se ofreció a llevarme a casa.

Lo que pasó a partir de ahí fue genial, pero nada comparado con ver la cara que se les quedó a mis amigas y mi satisfacción por haber ganado nuestra única guerra.

Hoy me ha parecido verlo por la calle, pero sin mis amigas, la cosa pierde mucha gracia.

viernes, febrero 02, 2007

Otras vendrán, que buena me harán

Cuando una no tiene fama de ser una niña muy buena tiene que confiar en que el resto de las mujeres hagan algo por ella. Y debe ser por solidaridad femenina, que lo acaban haciendo.

Es una lástima que algunos tíos sean tan lentitos de reflejos y tarden tanto en darse cuenta, pero a toro pasado, soy estupenda.

Y lo mejor de todo es que el mérito no suele ser mío… suele ser de la “siguiente”.

El único problema que se me plantea es…

¿qué ocurrirá cuando no haya una “siguiente”?