martes, enero 30, 2007

Reaccionando al bofetón

Se pasó más de media hora eligiendo con detalle la ropa que se iba a poner, escogiendo todas las prendas con esmero y sin pasar por alto ni un solo detalle.
Tenía que estar más guapa que nunca.

Se metió en la ducha y pasó allí mucho más tiempo del habitual. Al mejor champú le siguió una mascarilla de las que prometen milagros, al gel de baño le siguió una exfoliante que le dejó la piel muy suave y su habitual crema hidratante fue sustituida por una mucho más efectiva que además de hidratar deja un olor irresistible.

Se secó el pelo con mucho detenimiento hasta que consiguió el peinado perfecto. Se echó un poco de maquillaje en la cara, colorete en los pómulos, sombra y rimel en los ojos y un poco de brillo en los labios.

Se puso sus pendientes, su anillo y su gargantilla preferida, se calzó sus mejores zapatos de tacón, cogió el bolso, se miró al espejo, sonrió y salió de casa.

Cuando llegó a la cafetería ya la estaban esperando.

Él se levantó y exclamó:

- Estás guapísima.
- Gracias.
- Bueno, por fin os puedo presentar... Mi mejor amiga, mi novia. Mi novia, mi mejor amiga.
- Encantada.
- Un placer.
- Toma, la invitación a nuestra boda. Espero que no nos falles. Ven con quien quieras.
- Por supuesto que iré.

Se despidieron un rato después y ella se volvió a su casa. Se bajó de los tacones, se desmaquilló, se puso un pijama y se arropó con una manta en el sofá.

Cuando la llamé para animarla, entre lagrimones, me dijo:

- Lo siento por la novia, pero por mis cojones que la más guapa de esa boda y la que más va a sonreír voy a ser yo.

Hay gente que llora públicamente cuando la vida le da un bofetón... otras siguen sonriendo hasta que se quedan solas.

jueves, enero 25, 2007

En brazos de un desconocido

Hoy ha sido uno de esos días que no se acaban nunca.

Me he levantado a las 5 de la mañana para hacer un viaje de trabajo y a las 8 de la tarde, cuando estaba en el aeropuerto esperando para embarcar, después de un durísimo día, mi cuerpo dijo "basta" y sentí que ya no tenía más fuerzas.

Me arrastré como pude hasta mi asiento en el avión y lo último que recuerdo antes de caer en un profundo sueño es que el piloto decía algo sobre un retraso en el despegue.

No sé cuanto tiempo llevaba dormida, pero repente, sentí que estaba en la gloria.

Entonces me di cuenta, medio dormida todavía, de que estaba apoyada en el hombro del señor que se sentaba a mi izquierda y él, al notar que yo empezaba a despertarme, me acarició el pelo y me dijo:

- Shhhh... tranquila, no hemos llegado todavía, sigue durmiendo.

Mi primera reacción fue incorporarme, pero mi cuerpo no me respondió. Seguí durmiendo apoyada en ese desconocido y dejándome acariciar el pelo hasta que aterrizamos.

Sé que hay días que el cuerpo te pide sexo salvaje con un desconocido... hoy he descubierto que los desconocidos pueden darte mucho más.

miércoles, enero 24, 2007

Armas de doble filo

Una de las cosas que siempre me han dicho y yo siempre he creído es que ser una persona imaginativa es una virtud muy saludable.
Yo, como casi todo el mundo, he ido perdiendo esa capacidad con los años, pero me gusta pensar que todavía conservo la suficiente para algunas cosas. Ya no soy capaz de imaginarme un mundo diferente y ponerme a jugar con juegos que no tengo, pero todavía puedo sorprenderme imaginado que algunas cosas pueden suceder aunque parezcan casi imposibles.
Creo que la imaginación es algo que todos debemos ejercitar y que perder la capacidad de ver cosas donde no hay nada es muy triste.


También creo que todo el mundo tiene derecho a expresarse libremente y dar su opinión sobre el tema que quiera. No creo que haya derecho a coartar esa libertad limitándola según la valoración que cada uno le pueda dar a la opinión vertida. Las opiniones no son más que eso, formas de ver las cosas, que podemos o no compartirlas, pero que no creo que debamos limitar bajo ningún concepto.
Cada cual es muy libre de pensar y expresar sus pensamientos, y al igual, cada uno es muy libre de valorar según sus criterios la opiniones ajenas.
No creo que nadie deba limitar este derecho porque, aunque las consideremos erróneas, todas las opiniones tienen un valor.


Otra de las cosas que no me gustaría que desapareciera nunca es la naturalidad, la ingenuidad y la inocencia para poder hacer o decir las cosas sin pensar en las repercusiones que puedan tener o en si todo lo que hacemos o decimos puede llegar a malinterpretarse.
La naturalidad de hacer lo que te apetece sin pensar en si alguien puede ser tan retorcido como para darle dos vueltas de tuerca y ponerlo en tu contra, no debería de extinguirse sólo porque de vez en cuando alguien pretenda hacerte sentir culpable de ser tan inocente.


En definitiva, que todo esto lo creo así, y aunque me lo pongan muy difícil y me cueste más trabajo, lo seguiré creyendo.

lunes, enero 22, 2007

La princesa y el dragón

Había un enorme castillo que decían albergaba al mejor de los príncipes, pero cuyo dragón protector impedía que nadie comprobase si aquello era cierto o no.
Aún así, era tal la fama de aquel príncipe que todas las princesas pasaban por allí con la esperanza de convencer al dragón de que ellas eran las mejores y conseguir así la entrada al castillo.
Decían que el príncipe llevaba años esperando a la princesa que consiguiese pasar las pruebas del dragón y pudiese hacer de él el hombre más feliz de mundo.

Muchas lo intentaban, pero ninguna con éxito.

Un día se presentó la Princesa Roja a las pruebas que el dragón organizaba. Ella había elegido como arma infalible la seducción y el descaro, pero al dragón no le pareció que esa fuese la mejor manera de conquistar a un príncipe y la descartó sin pensarlo.

Otro día apareció por allí la Princesa Gris, que solía recurrir a las súplicas y los llantos desesperados para conseguir lo que quería, pero el dragón consideró que así no podría hacer nunca feliz al príncipe.

Así iban pasando todas las princesas de todos los reinos que había, hasta que un día se presentó la Princesa Azul:

- Perdona dragón, me han dicho que aquí se hacen las pruebas para conocer al príncipe.

- Así es, ¿te apunto en la lista?

- No, no. Yo no tengo ningún interés en conocer al príncipe, yo sólo vengo a pasar el rato, me han comentado que esto está muy concurrido y no tengo nada mejor que hacer.

- Ah! vaya... pues tú misma, puedes quedarte aquí conmigo mientras sigo con la selección.


Llegó la Princesa Rosa con millones de halagos y cumplidos, pero al dragón le pareció un poco insulsa y no creyó que hiciera buena pareja con el príncipe.

Mientras iban pasando todas las princesas, el dragón y la Princesa Azul comentaban las pruebas y discutían sobre todo aquello en lo que no estaban de acuerdo.

- Creo que no estás siendo muy imparcial. Se supone que estás buscando una princesa para tu príncipe, no para ti.

- Tú déjame a mí, nadie conoce al príncipe mejor que yo y sé lo que él quiere.


Otro día se presentó a las pruebas la Princesa Negra, pero el dragón, que no era tan valiente como parecía, decidió descartarla antes de que le diese motivos.

- Jejeje, con lo valiente que parecías... ¡y te has acojonado!

- Princesa Azul, un respeto por favor, que estoy trabajando.

El día que apareció la Princesa Verde llena de positividad y buenas intenciones el dragón dudó y pidió consejo a la Princesa Azul:

- ¿Cómo la ves?

- Ptsée! parece maja, pero no sé... ¿tu crees que será capaz de hacer feliz al príncipe?

- Hombre, la chica tiene cualidades...

- Bah! tampoco tantas...

- Tienes razón, ¡que le den!


Una mañana se presentó la Princesa Blanca, toda ingenuidad e inocencia. El dragón y la Princesa Azul se miraron, la miraron a ella y los dos movieron la cabeza dándole a la pobre un "no" por respuesta.

Y así fueron pasando todas, la Princesa Amarilla contando chistes, la Princesa Marrón haciendo gala de su inteligencia y todas, sin excepción, fueron descartadas por el dragón y su nueva ayudante.

- Princesa Azul, nos hemos quedado sin candidatas

- Parece que esto no da más de sí. Creo que me voy a ir.

- ¿Te vas?

- Ha sido un placer.

- Pero Princesa Azul, ¿no te apetecería conocer al príncipe?

- Dile al príncipe de mi parte que cuando decida quitarse la careta de dragón que me llame.

- Ejem... ¿desde cuando lo sabes?

- Desde el principio.

viernes, enero 19, 2007

Jo tía, qué fuerte!!

- Jo tía, qué fuerte es todo!

- Pues sí tía, porque si te das cuenta todo encaja.

- Es verdad, Roberto José intenta engañarnos, pero nosotras somos más listas que él.

- ¿Habéis leído el último post de Rosalinda? Si lo lees en diagonal lo deja muy clarito, está enamorada de Carlos Alfredo.

- Ya tía, pero Roberto José tiene a Rosalinda entre sus links en la última posición, lo que significa que esconde algo.

- Yo no sé vosotras, pero que Renata no comente nunca a Rosalinda y sea siempre la primera en comentar a Roberto José me parece sospechoso.

- Y eso no es lo peor, Augusta, que no suele postear los jueves, este jueves lo ha hecho.

- ¡Qué me estás contando! Bueno, ¡qué fuerte!

- Calla tía... que me he enterado de que Carlos Alfredo y Augusta no se comentan desde hace más de una semana.

- ¿En serio? Pues en el último post de Roberto José cuando habla de Augusta creo que en realidad está pensando en Rosalinda.

- ¡Dios mío!

- Y aún hay más, creo que Rosalinda y Augusta se comentan sólo por cumplir, porque Augusta está por Carlos Alfredo y Carlos Alfredo está por Rosalinda.

- Ya, pero Renata y Carlos Alfredo no se tienen linkados... ¿no os parece extraño?

- No, lo que me parece más raro es que Carlos Alfredo y Rosalinda no se hayan enamorado... hacen tan buena pareja.

- Pero eso no es posible, uno es de ya.com y el otro de blogger... es un amor imposible!

- No sé, pero sería tan bonito ver un comentario de Augusta en el blog de Renata y que Roberto José posteara los martes...

- Ya tía... qué bonito sería...


Post dedicado a las "anónimas compañeras" que me dejaron un comentario en el post anterior.

jueves, enero 18, 2007

Error de diagnóstico

He recibido un mail de alguien que me hace un repaso general de mis problemas con los hombres, basándose en lo leído en este blog.

Además, tengo un amigo que también se atrevió este fin de semana a darme su diagnóstico de mi situación sentimental.

Y por si esto no fuera suficiente, un bloguero escribió un post no hace mucho sobre este mismo tema.

Pues bien, por asombroso que parezca, ninguna de las versiones que me han dado para explicar mi poco éxito con el sexo opuesto se parecen entre sí demasiado.
Si lo mío fuera un problema médico tendría 3 diagnósticos diferentes y ningún tratamiento para solucionarlo.

Diagnóstico 1: Cuando alguien se interesa por mí deja de interesarme.
Diagnóstico 2: Soy autosuficiente y demasiado independiente.
Diagnóstico 3: Soy muy exigente.

Pero yo, que me conozco un poco más de lo que me conoce el resto, sé que ninguna de las respuestas es la correcta y que en realidad no tengo ningún problema del que preocuparse.
Hay gente que tiene más facilidad o está más predispuesta a enamorarse.
Hay gente a la que le miran con ojitos de cordero degollado, le dicen dos frases bonitas y caen rendidos a los pies del contrario.
Hay gente que ha hecho sus cálculos matemáticos y cuando despeja la x le sale el nombre y los apellidos de su futura pareja.
Y hay gente que sencillamente ha tenido más suerte y se ha cruzado con la persona adecuada.
Yo tengo otras cualidades en lugar de esas que tampoco están mal, no me sirven para tener novio, pero tampoco creo que haya que despreciarlas.

Sólo quiero reseñar que hay alguno que sé que me seguiría interesando incluso aunque se atreviera a interesarse por mí,
que mi autosuficiencia y mi independencia no creo que estén reñidas con el tema en cuestión
y que no es que yo sea exigente con los demás, es que lo soy conmigo misma, y no me consiento forzarme un sentimiento que no me sale solo.

Eso sí, si alguien cree que puede hacer un diagnóstico más acertado, o me lo da con el tratamiento a seguir para curarme, o casi mejor que se lo ahorre...
si estoy terminal, prefiero no saberlo.

lunes, enero 15, 2007

Mis 5 cosas

Se supone que soy obediente y cumplidora, así que haciendo honor a esta mala fama que tengo, me dispongo a contestar al meme que H. me ha endosado.

Ahí van 5 cosas de mí que no sabéis:

1. Cada semana tengo una canción preferida que escucho hasta la saciedad. Cuando más la disfruto es conduciendo por lo que soy capaz de dar dos vueltas más a la manzana antes de aparcar, con el fin de escuchar la cancioncita de turno una vez más.

2. Duermo en un solo lado de la cama a pesar de que el otro está casi siempre vacío. No sé por qué lo hago, pero no lo puedo evitar, si me pongo en el medio de la cama no puedo dormir y al lado contrario de la cama no me he acercado jamás.

3. No me gustan los guisantes. Eso sí, tengo una capacidad asombrosa para separar todos los guisantes de un plato y conseguir comérmelo todo sin que se me cuele ni uno.

4. No me gusta que me sobrevaloren. Me siento más cómoda sabiéndome mejor de lo que parezco que pareciendo mejor de lo que soy.

5. Padezco una timidez un tanto extraña. Me da más vergüenza decirle a alguien cuánto me gusta que hacerle un streeptease a ritmo de Joe Cocker, o lo que es lo mismo, me da más vergüenza decir lo que pienso que demostrarlo.

Sólo me queda decir... ¿Algún psicoanalista en la sala?

viernes, enero 12, 2007

Yo conocí a uno

Afirma R que cuando bajó del avión en aquella ciudad, con su traje de chaqueta, con su maleta nueva y con el firme propósito de hacer bien su trabajo, nunca imaginó lo que podría pasar.

Sostiene R que cuando lo vio en la cafetería del aeropuerto donde habían quedado, fue capaz de disimular todo aquello que se le pasó por la mente
y que actuó de la forma más profesional que ella es capaz.

Reconoce R que cuando él la dejó en el hotel, con la condición de que cenaran juntos para que ella no tuviera que hacerlo sola, se arregló
pero no demasiado porque no quería por nada del mundo que él pudiera imaginar nada.

Recuerda R que la cena fue agradable,
que la copa de después fue divertida
y que las siguientes podían habérselas ahorrado si no fuera porque ninguno de los dos quería que la noche acabara.

Reitera R que el hecho de que se pusiese a llover a cántaros cuando llegaron caminando hasta la puerta de su hotel y que él tuviese el coche a varias manzanas de allí no fue algo premeditado, pero tampoco se puede decir que les importara demasiado.

Asegura R que intentaron tomar algo en la cafetería del hotel, pero que ya estaba cerrada
y que no se les ocurrió nada mejor que sacarle partido a la nevera de la habitación.

Insiste R en que cuando estaban tumbados en la cama del hotel hablando de todo un poco, creía que él podría controlar la situación
y que ella sería capaz de ser implacable.

Reconoce R que cuando él la besó ella lo besó a él.

Asume R que a partir de ese momento perdió el control de la situación y de las consecuencias de la misma,
que olvidó que él estaba a punto de casarse y que ella estaba allí por trabajo,
que al día siguiente tendrían que pasar el día juntos trabajando
y que por la noche se despedirían de nuevo en el aeropuerto,
que él quería a su novia y que ella no quería problemas,
que él no necesitaba aquello y ella menos,
que él la estaba haciendo feliz y él sonreía como si lo fuera.

Destaca R que aquel día no fue posible trabajar mucho,
que tuvieron que irse de la oficina a media mañana a tomar un café
y que no volvieron nunca,
que lo que pasó aquella tarde quedará siempre entre ellos dos
y que cuando se despidieron lo hicieron con la promesa de no volver a verse nunca.

Sentencia R que recibir un mensaje que dice "cada vez que tengo un problema pienso en ti y sonrío" dos años después de aquello, ha conseguido alegrarle el día.

Cuando alguien me dice que no hay hombres fieles por naturaleza yo siempre digo yo conocí a uno.

lunes, enero 08, 2007

Sequía, cambio climático y calentamiento global

Hoy me he acordado de una amiga con la que solía discutir sobre nuestras diferencias a la hora de ver las relaciones.
Ella defendía de forma categórica el dicho de
"Nunca tires el agua sucia hasta que tengas agua limpia"

y yo, que era derrochadora hasta para discutir, me decantaba por el otro dicho de
"Agua que no has de beber, déjala correr".


Supongo que esta falta de sensibilidad medioambiental mía debe ser la causa de la sequía tan horrible que padezco. Porque la verdad, y con perdón de pantanos y embalses, yo sí que estoy atravesando una de las sequías más devastadoras de mi historia.

Pero lo cierto es que tras abandonar la medicación que mantenía mi temperatura media estable estoy empezando a notar un cambio climático en mí que me tiene preocupada.

No es que me preocupe el cambio en sí, sino las consecuencias del mismo.

Estoy ya habituada a que mi vida (como la de cualquier proceso natural) tenga un carácter cíclico y que a épocas de sequía y desidia le sigan otras cargadas de desenfreno, tornados y huracanes.

El único problema que yo veo es que el cambio climático se conjugue con la sequía y pueda llegar a padecer un calentamiento global importante.

Y para colmo de males he oído por ahí que se acerca un fenómeno apodado "El Niño" cuya facilidad para aumentar la temperatura del Pacífico es milagrosa... y yo, que me huelo que eso del Pacífico debe ser una metáfora, me he echado a temblar.

jueves, enero 04, 2007

Baile de disfraces

Muchas veces he pensado que vivimos en una especie de baile de disfraces en el que todos llevamos un antifaz o una máscara de esas que no nos cubre totalmente, pero que tampoco nos deja al descubierto casi nunca.

Dependiendo de cómo transcurra el baile y de los pasos que cada uno vaya dando puedes ir intuyendo más o menos cómo es la persona que hay detrás de cada antifaz o cada máscara. Los hay que aparentan ser muy bellos y al final no lo son tanto y los hay que incluso lo son mucho más de lo que aparentan.

Yo siempre he presumido de tener buen ojo para entrever lo que hay detrás de cada invitado a este baile, pero también es cierto que cuando me equivoco, suelo hacerlo estrepitosamente. Pero de todo se aprende y al igual que no me dejo asustar por un disfraz de lobo feroz ya no me fío de quien se disfraza de corderito norit.

Lo realmente curioso sucede cuando alguien que lleva en el baile tanto tiempo como para que tú creas que lo conoces, de repente, al sonar una pieza musical que no había sonado nunca, descubres que lo que hay detrás de su máscara no es nada de lo que tú creías haber visto.
Que, aunque nunca te habías planteado si era una persona de 10, de 8 o de 6.5, descubres que es una persona que, sin máscara, no aprobaría en la vida.

Y entonces es cuando una se siente tan ilusa que, inconscientemente agudiza su desconfianza hacia los que menos conoce y se plantea si la gente que ella tiene en su pedestal seguiría estando ahí sonase la canción que sonase o, por el contrario, dependiendo del tema pueden volverse personas non gratas en ningún pedestal que se precie.

En mi baile particular se ha desenmascarado, sin ayuda de nadie, una persona que llevaba ahí mucho tiempo. En realidad no era nadie a quien yo tuviera en grandísima estima, pero no por ello me ha dejado indiferente. Nunca dejará de impresionarme la gente que tiene un lado oscuro y oculto que no ve la luz hasta que no puede sacar provecho de él.
Tampoco deja de parecerme asombroso que, sabiéndose descubierto y juzgado por sus actos, pretenda que al volver a ponerse la máscara el resto hagamos como que no hemos visto nada.

Hay cientos de faltas que yo entiendo que se pueden cometer y que han de ser perdonadas por aquello de que somos humanos y tal y cual... pero hay unas poquitas que para mí no tienen perdón posible, y esas, crucifican a quien las comete y los castigan sin opción a volver a entrar en mi baile.

Lo único que lamento es que la persona que ha atravesado la puerta de salida sin retorno no es consciente de que los que están ahí fuera son iguales que él, que de esa gente no te puedes fiar y que si lo haces, nunca podrás quejarte de la patada en el culo que recibas, porque sabrás que será merecida y de justicia.


En fin... que yo sigo a lo mío.
Buscar la máscara que esconde lo mejor
no es fácil,
pero yo no me rindo fácilmente.

martes, enero 02, 2007

Señales

Durante muchos años yo utilicé la "emisión de señales" como una forma más de comunicación, mucho más eficaz muchas veces y tremendamente más cómoda.
Una sonrisa, una mirada, un gesto o un simple movimiento sutil a veces son capaces de decir muchas más cosas que un ciento de palabras.

No todo el mundo tiene la capacidad suficiente como para emitir señales certeras e interpretar las que recibe de forma correcta. Pero yo creía que en eso era una experta, que mis señales eran inequívocas y que sabía interpretar perfectamente las que me mandaban a mí.

Pero de repente, un par de señales mías mal interpretadas y un par de señales no recibidas a tiempo me hicieron pensar que a lo mejor yo no era tan buena como creía, que mi sistema no era el más fiable y que un exceso de imaginación por mi parte podía jugarme una mala pasada.

Por eso un día decidí que ya no jugaba más, que no volvería a ver señales donde no las hay y que no emitiría ninguna que pudiera malinterpretarse.

El otro día salí con un grupo de gente entre los que había algún amigo y mucho conocido. Entre los conocidos había un tío con el que he coincidido varias veces y que, he de reconocer, me resulta interesante.

En cualquier otra época de mi vida estoy segura de que ni yo misma podría haber evitado que mi cuerpo enviara señales de todo tipo para que ese chico se diese cuenta de mi interés. Pero como últimamente tengo ese sistema fuera de servicio no supe qué hacer salvo esperar a que él hiciera algo.

Reconozco que en determinados momentos creí ver señales, pero yo, como el que ve llover y con mi receptor averiado, me negué a intentar interpretar nada y decidí ponerme en una postura que no había probado jamás: "chico, si quieres pescar, vas a tener que mojarte los pies".

Muy oportuna yo y con esta simpatía mía que siempre me ha caracterizado (ja, ja, ja) me metí de lleno en la conversación que estaban manteniendo este chico y unos amigos sobre "no hay quien entienda a las mujeres".
Uno de ellos afirmaba con rotundidad que las tías nos habíamos vuelto tan exigentes que ya no había forma de impresionarnos.

- ¿Crees que a una mujer le va a impresionar de ti algo que tú hagas con la intención premeditada de dejarla impresionada? Te aseguro que el día que lo consigas, será haciendo algo que no hayas planificado.

- ¿Entonces qué se supone que debes hacer?

- Ser tú mismo. Si siendo tú mismo no la impresionas... ¿de qué te vale hacerlo siendo otro?

Entonces el chico que a mí me interesaba me dijo:

- Ya Reich, pero... ¿qué ocurre cuando una tía te envía señales contradictorias? ¿qué se supone qué debes hacer?


En ese momento me acordé de Fran, un chico que me gustó hace unos años. Al poco de conocernos me invitó a cenar a un sitio estupendísimo y me llevó a tomar una copa al pub más megaideal del lugar. Y lo pasé bien, sí, pero lo que a mí me gustó de él y lo que consiguió dejarme impresionada había ocurrido la noche anterior, cuando nos habíamos pasado tres horas sentados en un banco del puerto y él, entusiasmado, me explicó con todo lujo de detalles el significado de cada una de las señales que emitían los barcos pesqueros para comunicarse entre ellos y cómo gracias a los haces de luz de los faros los barcos pueden saber exactamente dónde se encuentran.

Después de recordar aquello, al chico este sólo pude contestarle:

- Pues hijo, si no sabes descifrar las señales y quieres salir a pescar, quédate en la orilla y mójate los pies.

Obviamente no entendió nada ni yo tuve muchas ganas de explicárselo, pero juraría que lo dejé impresionado!